Hoy es el Día del Libro y de Sant Jordi en Cataluña, y tal día como hoy es tradición regalar una rosa y un libro a las personas queridas.
Un libro es algo que nosotros en casa recibimos siempre con los brazos abiertos. Algún día le haré una foto a nuestra biblioteca para que veais hasta qué punto nos gusta leer por aquí ;). Cada día estoy más agradecida a mi madre por haberme inculcado y potenciado el placer de la lectura desde tan chiquitita.
Y también el de la escritura, aunque hace mucho mucho tiempo que no escribo como lo hacía antes. La cuestión es que no puedo salir de casa sin una libreta a mano. Me da igual que el móvil lleve una función de notas y un editor de textos, yo soy de las que necesitan escribirlo a mano. Me resulta más cómodo y rápido, y además ahorro energía. Tampoco puedo salir de casa sin un librín para leer en el metro o el autobús, me siento vacía sin ellos.
Hace un tiempo, encontré un viejo diario que me compré en Florencia en un viaje de fin de curso del cole. Había tantísimos recuerdos allí recogidos… cosas de las que ya ni me acordaba, letras de canciones que me gustaban, sensaciones y sueños que dormitaban entre mis recuerdos… Había incluso algunas cosas tachadas, llevada por algún impulso del momento o por simple corrección. A más de uno o una le escandalizaría el hecho de hacer un tachón en una libreta tan preciosa como esa. Os confieso que yo misma estuve durante una larga temporada sin estrenar muchos cuadernos porque tenía miedo de estropearlos, de equivocarme o porque me centraba tanto en hacer un párrafo tan perfecto que al final prefería dejar a un lado el boli en vez de intentarlo. Me fijaba tanto en el resultado final que me olvidé de que lo verdaderamente importante, divertido y apasionante es el simple acto de escribir. Con mejor o peor letra, con un tachón más o menos, lo que importa es el proceso.
No hace falta tener que redactar un best seller ni escribir algo maravillosamente perfecto y sin tachujos para coger un lápiz y papel y ponerse a escribir en ese cuaderno en blanco que tienes esperándote en tu escritorio. Da igual dónde lo hagas, en casa, en un banco del parque o mientras esperas en la parada del autobús. Cada palabra que anotas al margen de un libro, cada garabato que haces en esa nueva libreta que acabas de estrenar, cada nueva idea que escribes en tu viejo cuaderno, pasan automáticamente a formar parte de una historia: la tuya. Cada vez que anotas algo estás escribiendo un pedacito de ese gran libro que es tu vida, y cada vez que las vuelvas a leer harás un pequeño viaje en el tiempo y te asombrará ver cómo ha ido cambiando tu letra con el paso de los años, recordarás el estado de ánimo que tenías aquel día, evocarás recuerdos que creías olvidados…
Y además, ¿acaso una libreta en blanco no es sino el inicio de lo que puede ser una bonita historia? Siempre se puede convertir en un pequeño libro que cuente la historia de cómo es uno de tus días cotidianos, cómo te sientes cada vez que miras a los ojos de ese chico o esa chica que te hace vibrar, la historia de una cena memorable contada a través de una lista de la compra, la de una pequeña gran obra que comenzó con unas sencillas pinceladas en las páginas de una vieja libreta.
Escribe. Boceta. Tacha. Pinta. Crea. Lleva siempre algo encima donde hacerlo. Date permiso para equivocarte mientras lo haces, porque así irás mejorando. Y lee mucho de aquellos que también en su día escribieron, bocetaron, tacharon, pintaron, crearon y también cometieron sus equivocaciones.
Celebra el Día del Libro regalando o intercambiando un libro. ¿O por qué no? Una pequeña libreta en blanco donde empezar a contar tu historia ;).